Proceso de reestructura de deuda

Una reestructura de pasivos puede definirse como un proceso de negociación entre deudor y acreedores.  Tiene el objetivo de modificar las condiciones existentes de una deuda, incluyendo tipo y tasa de interés, estructura de amortización (periodicidad y plazo) o saldo insoluto.  De esa forma, empresas en estado de insolvencia pueden revertir su situación y sacar a flote el negocio.

Dicho de otra forma, las compañías son sujetas a reestructurar cuando el flujo de efectivo que generan es insuficiente para cubrir sus obligaciones financieras o, cuando al cubrirlas en su totalidad, se pone en riesgo la continuidad del negocio. La falta de flujo puede ser causada por condiciones endógenas –como competitividad, prácticas administrativas y planeación, entre otras– o exógenas, relacionadas con las condiciones de mercado y el entorno general.

En el contexto reciente y derivado de la situación global detonada por el COVID-19 (según datos de la Asociación de Bancos de México a diciembre 2020), la banca ha reestructurado cerca de MXN$ 334 mil millones distribuidos para más de 1.1 millones de clientes. De estos, cerca del 47% han sido grandes empresas, equivalente a 7.4% de los créditos al sector privado. Durante el año 2021, empresas como Alsea, TV Azteca, Cinemex, Cinepolis, Interjet y Aeroméxico, por mencionar algunas, han iniciado procesos de reestructura y en varios casos alcanzado acuerdos benéficos para sus acreedores y deudores. Cuando una compañía se ve inmersa en una situación financiera complicada, es vital para todas las partes interesadas –accionistas, clientes, empleados, acreedores y la sociedad en general– no llegar al punto en que la compañía ha perdido la totalidad de su liquidez para operar. Poniendo un ejemplo, si una empresa tiene que extender sus días de cuentas por pagar a proveedores, estos podrían suspender la entrega de bienes o servicios, con lo que la operación entra en choque y a esto le siguen problemas para pagar sueldos de empleados, otros adeudos y otro sinfín de implicaciones que generan daños económicos y sociales para todos los involucrados. 

A muy grandes rasgos, el proceso de reestructura puede derivar en dos vertientes: 

  1. La primera y la más sencilla en términos de tiempo y recursos para las partes es un acuerdo con acreedores. Este sucede cuando la compañía en cuestión y estos últimos negocian y concuerdan los términos bajo los cuales se liquidará los pasivos existentes. Comúnmente, esto puede involucrar una reducción en el monto de la deuda (conocida como quita o haircut), la concesión de un periodo de gracia o una cesión de partes sociales o activos en favor de los acreedores, entre otros.

    En ZIMMA hemos apoyado a empresas en distintos sectores a restructurar sus pasivos, por ejemplo, a extender plazos y reducir tasas para arrendamientos o consolidar líneas de crédito con un alto costo financiero con instituciones bancarias que pueden ofrecer mejores tasas. Esto logra que la empresa pueda generar mayor liquidez a corto plazo, continuar con sus operaciones y lo más importante, incrementar su valor a largo plazo.

  2. La segunda, con un mayor nivel de complejidad, pero con ciertos beneficios, es el concurso mercantil. A diferencia de una negociación directa con acreedores, el concurso mercantil brinda protección financiera a la empresa ya que, tras declararse el concurso, esta cuenta con el favor de la ley para suspender el pago de pasivos no indispensables para el día a día de la operación contraídos con anterioridad a la fecha de la sentencia. Adicionalmente, protege a la empresa de ser demandada por otros acreedores, lo que provocaría intermitencias en la operación como el embargo de activos productivos o congelamiento de cuentas para la operación, entre otras.

    En ZIMMA hemos asesorado a empresas en múltiples sectores bajo el mecanismo del concurso mercantil. Como lo mencionamos en el párrafo anterior, esta es una estructura que, aunque tiene una connotación negativa en México, es realmente un escudo que protege a la empresa para llegar a un acuerdo con sus acreedores en un periodo aproximado de un año más posibles extensiones. Esta mecánica no aplica en todos los casos y tiene un costo reputacional alto.

En suma, el fin de cualquier reestructura es permitir a la empresa reorganizar sus pasivos y continuar ofreciendo sus bienes o servicios, teniendo en cuenta que en el largo plazo esto conllevará un mayor nivel de beneficio para todos los involucrados. 

Es importante considerar que no es necesario que la compañía se encuentre en una situación financiera complicada para reestructurar. Idealmente, una empresa con planeación financiera adecuada puede identificar con cierto nivel de anticipación bajo qué circunstancias podría llegar a verse emproblemada. En ese caso, es preferible entablar conversaciones con acreedores a forma de proteger una compañía que a ese momento sigue siendo saludable. Es de tremenda relevancia, y más en momentos volátiles, evaluar objetivamente si el nivel de endeudamiento es sostenible y adecuado para la empresa. En caso de que no, una reestructura podría ser el camino más viable para que esta salga a flote, que el patrimonio de los accionistas se vea lo menos golpeado posible y que el daño a terceros sea limitado.